Cómo superar el miedo de hablar en público

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La mayoría de nosotros, constantemente peleamos con la ansiedad de hablar en público. Si le preguntáramos a las personas por qué no les gusta hablar en público, las respuestas más habituales serían:

«No me gusta que me vean muchas personas.»

«No me gusta ser el centro de atención.»

El principal error al hablar en público

Evitar el contacto visual es el principal error que cometemos. La mayoría de nosotros cuando nos levantamos a hablar, lo primero que hacemos es evitar a toda costa el contacto visual. Ahí radica el problema. Si bien se dice que evitar el contacto directo con los ojos puede parecer una estrategia eficaz para hacer frente a la ansiedad de hablar, en realidad nos pone más nerviosos.

Para entender el por qué, tenemos que regresar a tiempos prehistóricos, cuando los seres humanos percibían los ojos observándonos como una amenaza existencial. Esos ojos eran probablemente depredadores. La gente estaba aterrorizada de ser comida viva. En respuesta a esa realidad prehistórica, la amígdala, la parte de nuestro cerebro que nos ayuda a responder al peligro, entró en plena marcha. Cuando nuestra respuesta de combate o fuga se activa, comprensiblemente sentimos estrés y ansiedad intensos. ¿Qué tiene esto que ver con hablar en público? Resulta que todo.

La evolución del ser humano

Los cerebros han transferido ese antiguo miedo de ser vigilados al momento de hablar en público. En otras palabras, la ansiedad de hablar en público proviene de nuestro ADN que experimenta hablar en público como un ataque. Fisiológicamente, registramos a una audiencia como un depredador amenazador y montamos una respuesta comparable. Las respuestas físicas de muchas personas al momento de hablar presentan similitudes a las reacciones de peligro (dificultad para respirar, enrojecimiento de la cara, temblor).

Así que hoy, cuando hablamos frente a un grupo de personas y sentimos los ojos mirándonos, nos sentimos dolorosamente visibles, como un cavernícola expuesto a la luz del día. Como nuestro cerebro nos dice que estamos bajo un ataque, hacemos lo que sea necesario para protegernos. Construimos muros entre nosotros y la fuente del peligro —en este caso, el espectador— para repeler el ataque y evitar cualquier peligro.

Los muros de la comunicación

Las barreras que ponemos para ‘protegernos’ del peligro pueden manifestarse cuando nos centramos en las diapositivas, inclinamos la mirada, nos retiramos en nuestras notas, etc. En el proceso, ignoramos a las personas que están delante de nosotros, deseándoles invisibilidad. Incluso los expositores más confiados encuentran maneras de distanciarse de su audiencia. Es como estamos programados.

Estudios han demostrado que un aumento en la generosidad conduce a una disminución en la actividad de la amígdala. Mostrar generosidad y bondad hacia los demás ha demostrado activar el nervio vago, que tiene el poder de calmar la respuesta de combate o huida. Cuando somos amables con los demás, nos sentimos más tranquilos y menos estresados. El mismo principio se aplica al hablar en público. Cuando nos acercamos a hablar con un espíritu de generosidad, contrarrestamos la sensación de estar bajo ataque y empezamos a sentirnos menos nerviosos.

¿Cómo hablar en público?

1. Piensa en tu audiencia

Cuando nos preparamos para una presentación, el error que cometemos es iniciar con el tema. Antes de sumergirse en la información, pregúntate: ¿Quién estará en la habitación? ¿Por qué están ahí? ¿Qué necesitan? Sé específico en tus respuestas. Identifica las necesidades de la audiencia, tanto habladas como tácitas, y elabora un mensaje que hable directamente a esas necesidades.

2. Justo antes de hablar, re-enfoca tu cerebro

Eres el más nervioso justo antes de hablar. Este es el momento en que tu cerebro te dice: «Todo el mundo me está juzgando. ¿Qué pasa si me equivoco?». Este momento que puedes re-enfocar tu cerebro. Recuerda que estás aquí para ayudar a tu público. Sé firme con tu cerebro. Di a ti mismo «Cerebro, esta presentación no es sobre mí. Se trata de ayudar a mi público». Con el tiempo (generalmente entre cuatro y seis presentaciones), tu cerebro comenzará a entenderlo, y te pondrás menos nervioso.

3. Haz contacto visual mientras hablas

Uno de los mayores errores que se comete es hablar con la gente como grupo. Escaneamos la habitación, tratando de mirar a todos a la vez, y terminamos conectándonos con nadie.

En realidad, cada persona en la habitación te está escuchando como un individuo. Por lo tanto, la mejor manera de conectarse con su audiencia es hablando con ellos como individuos. ¿Cómo? Haciendo contacto visual sostenido con una persona por pensamiento. (Cada pensamiento es acerca de una cláusula completa). Al centrarse en una persona a la vez, haces que cada persona en la habitación sienta que estás hablando solo con ellos.

Hacer contacto directo con los ojos puede sentirse incómodo al principio. Sin embargo, a medida que lo practiques te sentirás menos nervioso. Es mucho más fácil y eficaz tener una serie de conversaciones individuales que hablar con todos a la vez.

Conocemos el poder de la generosidad para darnos un sentido de cumplimiento, propósito y significado. La generosidad es igual de poderosa al hablar. Convierte una experiencia nerviosa e incluso dolorosa en una experiencia de dar y ayudar a otros. Un orador generoso es más tranquilo, más relajado y lo más importante; más eficaz para llegar al público y lograr el impacto deseado.

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