“Nada vasto entra en el mundo de los mortales sin una maldición”
Sófocles.
La tendencia del mundo de reducirse y de buscar encuentros en donde los hombres puedan descubrir cómo es que se vive a cientos de kilómetros; parece haber sido guiado por la naturaleza heterogénea de la humanidad.
La riqueza cultural nace de la singularidad de su vivir dictaminado por el lugar donde se nace. Con esto no se hace alusión a una división política; sino al resultado de generaciones expuestas a condiciones específicas que resultaron en hábitos y costumbres que fueron transmutando en función de las necesidades comunitarias; la parte que genera la sensación de pertenencia al grupo, se resguarda hasta la actualidad en cada una de las culturas que tiene la sociedad.
¿Qué nos ha traído la globalización?
Al encontrar modos singulares de vivir, la curiosidad por conocer la otredad se maximiza. El espectáculo de cómo vive nuestro hermano del sur, norte, este o del oeste, nos colma de una riqueza que nos embelesa con la pluralidad de nuestra existencia.
Sin embargo, esta ambición de reducción de fronteras y acercamiento humano, está más cercana a ser una distopía en lugar de la utopía antes presentada.
El encuentro de culturas a lo largo de la historia ha sido objeto de amargas desilusiones.
El respeto y glorificación de una cultura distinta a la nuestra, se desvirtúa para ser objeto de burla que ante lo incomprensible, el desprecio se hace presente.
Es más fácil designar que lo ajeno está errado, a permitirnos reflexionar sobre las cosas que podemos cuestionar ante la confrontación de nuevos modos de vivir.
La disparidad que existe entre los esfuerzos de las políticas internacionales por la globalización financiera y el olvido de la humanidad que vive día a día, coartada a perseguir los ideales de este mundo globalizado (que se niega a ver los costos sociales y ambientales de esta búsqueda ciega de riqueza); condiciona a que el bienestar que pueda otorgar sea el resultado obligado de la tragedia en otro lugar.
Es entonces cuando nos percatamos que la globalización permite que los problemas de localidades pequeñas moldeen la problemática mundial, y viceversa.
Globalización y salud
La tendencia a pensar en un mundo globalizado (en términos económicos y de libre mercado) parece ser un ideal por el que se privilegia la producción de riqueza; antes que el bienestar social.
En este contexto se llegan a legitimar atrocidades contra el ser humano, tan frecuentes que se han convertido en parte de nuestra cosmovisión. Un ejemplo es como nos vestimos; prendas que son potencialmente el producto de la explotación infantil de países del sur de Asia, que compramos desde un teléfono celular diseñado en California, construido en China para que lleguen a nuestras casas, en el tercer mundo mexicano que vende en las calles mazapán y cigarros sueltos.
Distintos fenómenos que conforman a la globalización afectan a la salud mental global. La juventud actual vive un discurso punitivo y constante sobre su imagen corporal; influenciado por el constante bombardeo de ideales de belleza impuestos, que desdeña etnias distintas a las de aquellos que actúan como rectores de estos ideales.
Esto lleva al escrutinio y rechazo de los colores y formas de las culturas y que con conductas flagrantemente dañinas pretenden controlar su imagen. Un ejemplo es el papel de las redes sociales en la aparición de conductas alimentarias de riesgo, hasta la anorexia y bulimia nervosa.
Los cambios que nos ha traído la globalización
En 2014, se estudiaron dos mil mujeres de una universidad del sureste estadounidense, con el fin de encontrar la relación entre el uso de redes sociales y preocupaciones sobre su imagen. En el estudio se encontró una relación directa entre el uso de Facebook y la preocupación por su imagen. Detonando así, grandes niveles de ansiedad y perpetuando conductas alimentarias, poniendo en riesgo su vida.
Es de resaltar que los cambios culturales que implica el mundo globalizado generan una constante desculturización. A su vez, crean disonancias generacionales en donde miembros de familia que han sido influenciados por el fenómeno global rechazan la cultura de las generaciones anteriores al adoptar ideales distintos determinados por la dinámica globalística.
En este sentido, es de notar que las expectativas que genera el mundo globalizado no son fáciles de tropicalizar; condicionando una tensión constante por las expectativas creadas, que no pueden ser alcanzadas en muchos contextos sociales y asociándose a la aparición de síntomas depresivos y ansiosos a todas las edades.
En conclusión…
Si bien la globalización ha traído consigo beneficios a muchos niveles, no podemos justificar el impacto social que genera. El fenómeno existe y las posturas políticas que tengamos se vuelven irrelevantes cuando la salud de las personas esta condenándose por factores ajenos.
Reflexionemos para enaltecer la cultura que nos forma, abracemos los ideales humanos que prescinden de fronteras y busquemos que el mayor beneficio de la reducción de la distancia entre los hombres sea para los hombres.