En estos últimos años la tecnología ha dado pasos gigantescos en diversos proyectos de diferentes áreas donde busca hacer la vida del ser humano más fácil y reducir los problemas que nos aquejan. Pero desde hace algún tiempo la medicina y profesionales de la salud han encontrado dentro de la tecnología alternativas para tratar las enfermedades mentales.
Los trastornos de ansiedad son un reto para el área de la salud ya que sigue siendo terreno desconocido a pesar de las técnicas de intervención psicológica que han tenido una elevada eficacia.
Las Tecnologías de la Información y Comunicación (TICs) dan diferentes modelos tecnológicos que pueden ser de gran utilidad para mejorar el área de la salud mental, permitiendo así brindarles a los pacientes una mejor calidad de vida.
La tecnología contra la depresión
Algunos de estos aparatos utilizados para tratar el estado de la mente hacen uso de la realidad virtual, realidad aumentada, Internet o de los mismos teléfonos inteligentes.
Sin embargo, la Universidad California San Francisco (UCSF) ha dado un paso más allá al desarrollar un implante cerebral con el que han conseguido tratar con éxito la depresión aguda en una paciente que anteriormente no respondía a otros tratamientos.
El medio de noticias New York Times revela que la joven de nombre Sarah ya había estado antes en otro tipos de tratamientos, que fueron desde la terapia electroconvulsiva a la estimulación magnética transcraneal, sin mencionar la larga lista de 20 medicamentos diferentes que tomaba para su depresión.
“Había tocado fondo”, comenta Sarah, que pidió ser identificada sólo por su nombre de pila. “Estaba muy deprimida. No podía verme a mí misma continuando si esto era todo lo que podría hacer, si nunca pudiera ir más allá de esto. No era una vida que mereciera la pena”.
Pero tras someterse a diferentes pruebas decidió darle una oportunidad a una prueba experimental que consistió en la instalación de un tipo “marcapasos”. Hacía al cerebro identificar la región afectada y así enviar una pequeñísima carga eléctrica que provoca la eliminación de los síntomas de la enfermedad.
“En unas pocas semanas, los pensamientos suicidas simplemente desaparecieron”, comentó Sarah al medio estadounidense. “Luego fue un proceso gradual en el que fue como si mi visión del mundo hubiera cambiado”.
El seguimiento que tuvo Sarah no fue nada sencillo ya que constó de dos fases. En la primera debía de llevar un biomarcador por 10 días para identificar la actividad cerebral y así los investigadores pudiesen realizar una exploración de los síntomas de la depresión en Sarah.
Este tipo de tratamiento, mencionan los investigadores, funcionó porque fue individualizado y tuvo su seguimiento, ya que un cerebro no es igual que otro y el tipo de depresión siempre será distinto.