No se trata de algo nuevo. Originalmente, se había descrito este síndrome en personas que debían pasar varias semanas en casa como consecuencia de duros inviernos; en personas que pasaban largos meses en espacios cerrados como los tripulantes de barcos o submarinos.
El estar periodos prolongados aislados del resto de la sociedad, ocasionaba una serie de síntomas como irritabilidad, inquietud, alteraciones en el sueño, en el apetito.
La primera vez que se describieron estos síntomas fue hace más de un siglo. Sin embargo, esto le ocurría a algunas personas en condiciones muy particulares, mientras que el resto del mundo seguía su curso.
El COVID 19 afectó de forma gradual a todos los países, se esparció rápidamente a cada continente hasta convertirse en una pandemia. Muy pronto fue evidente la importancia de mantenerse aislados y con la finalidad de evitar aglomeraciones; cerraron escuelas, parques, teatros, plazas, museos y el tiempo se detuvo en las calles pero continuó dentro de las casas. Como si hubiéramos tomado al mundo y lo partiéramos en pedacitos diminutos para guardarlos dentro de cuatro paredes.
Entonces cada casa se convirtió en un mundo, que inicialmente a algunos les pareció cómodo, seguro y acogedor. Pero al pasar las semanas y aunado al miedo inminente a salir y contagiarse; la atmósfera de cada hogar comenzó a llenarse de incertidumbre, falta de rutina, monotonía y aburrimiento.
El síndrome como efecto del acojinamiento
Este síndrome comenzó a presentarse en cada “cabaña”. Los días se continuaban con la noche, la falta de rutina fundió los días. Siestas durante el día y largas horas de insomnio por la noche; ocasionando más fatiga, apagando cualquier intento por hacer ejercicio, alterando también el apetito, que a su vez afectaba la calidad del sueño y la energía.
Concentrarse era una tarea imposible; por lo que tomar clases en línea o trabajar desde casa se volvía extenuante. Además la exposición a miles de noticias, no todas verdaderas, fue alimentando el temor a salir; pronto el escenario se volvió sombrío con un sentimiento de desesperanza.
Parte fundamental del síndrome de la cabaña, es el temor a volver a salir, pues este miedo no es sin fundamento. Los meses en confinamiento obedecían a una medida para contener una situación percibida como peligrosa, amenazante y terrorífica. Tantos meses dentro de este espacio seguro parecería que borraron nuestras habilidades para manejar, cruzar la calle, vestirse presentables e interactuar con nuevas personas.
Las multitudes se vuelven amenazantes y el transporte público una fuente de ansiedad, que aunque siempre lo hemos utilizado, ahora nos sentimos incapaces; es preferible regresar a la cabaña donde tampoco nos la pasamos del todo bien, pero consideramos que estamos a salvo.
¿Cuánto tiempo es mucho tiempo? ¿Por qué cuando descanso en casa una semana no me ocurre esto?
Estudios han demostrado que cuando el confinamiento se alarga por más de 50 días, es mucho más probable que se presente este síndrome; esto como una respuesta de nuestro cerebro para adaptarse a la situación percibida como amenazante.
Si todos estuvimos encerrados, ¿Por qué no a todos nos ocurre?
Cada persona tiene una historia diferente; habilidades emocionales variables que le permiten adaptarse de diversas formas a los cambios. Al estudiar distintas poblaciones, se observó que fueron menos propensos a desarrollar el síndrome de la cabaña aquellos que durante el confinamiento:
- Mantuvieron una rutina.
- Respetaron las horas de sueño durante la noche.
- Se expusieron a la luz del sol durante el día.
- Mantuvieron contacto vía telefónica o redes sociales con personas que habitaran fuera de su propia casa, ya sean amigos o familia.
¿Cómo combatir el miedo a salir?
Lo importante es hacerlo de forma gradual y siempre respetando las recomendaciones de las autoridades en salud, para evitar exponerse de forma innecesaria. El saber que estamos tomando todas las precauciones para salir, disminuirá el temor a hacerlo.
Se recomienda comenzar con salidas a lugares cercanos y conocidos, en horarios no muy concurridos para evitar aglomeraciones. También ir a lugares abiertos como parques, playas o explanadas, en donde sea posible mantener la sana distancia al mismo tiempo que caminar y exponerse a la luz del sol.
¿Qué hacer si alguien de mi familia tiene miedo a salir?
El proceso de retomar la normalidad es personal. No se recomienda forzar a nadie ni hacerlo salir con engaños.
Informarse acerca de esta condición ayudará a las familias a entender y respetar el proceso de cada miembro para retomar su cotidianidad. Muchas veces el temor de salir puede disminuir si va acompañado de una persona cercana.
¿Cuándo considerar contactar a un profesional de la salud mental?
Este síndrome no es como tal una enfermedad; es un conjunto de alteraciones que se presentan como una respuesta de adaptación a una situación como la pandemia actual. Estas alteraciones generalmente no duran más de un mes, no deben ocasionar conductas de riesgo ni pensamientos de muerte. Si esto ocurre o se prolonga y evita que la persona pueda retomar su funcionamiento previo, es recomendable acudir con un profesional de la salud mental como un psicólogo o un psiquiatra, quien pueda orientarnos y evitar que los síntomas se agraven.
Para mayor información acerca del COVID, consulta fuentes oficiales como: Who.int.
Para información acerca de profesionales de Salud Mental, contacta www.neurocalli.com o @neurocalli en Instagram.