Hace unos días me encontré con dos notas periodísticas que me hicieron imaginar una escena sic-fic con un profesor cyberpunk revelándose a una inteligencia artificial; y que me hicieron reflexionar ¿por qué la IA no ha podido sustituir al hombre en el proceso de la enseñanza?
La primer nota fue la del computólogo cuántico George Davila, que publicó en su blog Saviors.ai, la creación de lo que él define como “un clon de Jesús con inteligencia artificial“ usando como base de información la Biblia del rey Jacobo y un sistema de procesamiento de lenguaje natural.
Cuatro días después, el empresario Elon Musk realizó una transmisión en directo para presentar los avances del trabajo de su compañía de neurotecnología Neuralink Corporation, con la que busca que los humanos controlemos dispositivos electrónicos mediante una conexión con el cerebro humano. Musk mostró a un cerdo llamado Gertrude (ahora conocido como el primer cerdo cyberpunk) que tenía un chip especial, llamado ‘Link‘, implantado en su organismo, esta vez, la demostración fue un éxito.
Para nadie es un misterio que la inteligencia artificial y la interacción humano-computadora han transformando la forma de concebir las ocupaciones, profesiones. En 2013, Carl Benedikt Frey y Michael A. Osborne publicaron un informe titulado “El futuro del empleo: ¿qué tan susceptibles son los trabajos a la informatización?” Los autores examinan estas probabilidades.
Basados en el estudio anterior, un grupo de organizaciones crearon el sitio WILL ROBOTS TAKE MY JOB?, en donde basta teclear en un buscador la actividad, oficio o profesión deseada, para conocer en términos generales y específicos la probabilidad para que dicha actividad sea automatizada en la próxima década. Cuando redactas “contadores y auditores”, por ejemplo, la probabilidad mostrada es de un 94%, algo similar pasa con actividades como abogados, cocineros, médicos, etc. Pero cuando se redacta “profesores, maestros, instructores u otros”, se obtiene un dato interesante: 1%.
Pero no hablemos de ese 1%, si no del 99%. Las razones de tan amplio margen pudieran estar en dos acciones fundamentales del profesor: la inspiración y la retroalimentación.
¡Haz la diferencia!
Piense en algo que les enseñe a sus alumnos y no puedan encontrar en internet. Cada vez que hago este cuestionamiento a los profesores, obtengo respuestas cómo: “Pensar de manera diferente”, “ayudarlos a ser mejores personas”, “mi sentido del humor”… Nótese que no resaltan algo que aluda al conocimiento en sí, sino a lo que rodea al proceso. Y es que, en efecto, no basta con saber; el valor de estar en una clase radica en generar inspiración.
Después de ser un experto en la o las disciplinas que enseña: cuente una historia, motive, innove y saque de órbita al conformismo; genere experiencias memorables de aprendizaje. Cuando somos inspiradores, somos difícilmente borrados del servidor de los recuerdos de nuestros estudiantes.
Hacking the IA
La segunda acción, la retroalimentación, consiste en generar mensajes formativos y significativos al estudiante mientras evaluamos el desarrollo de sus habilidades. Un modelo de solución para los profesores, es la propuesta de Hattie & Timperley “The power of feedback” (2007). Propone que este ejercicio de comunicación se realice no sólo al final de un curso (Feed forward) sino también al inicio (Feed up) y durante el mismo (Feed back). Además sugiere una retroalimentación que no sólo se centre en hablar sobre una actividad de aprendizaje a evaluar, sino que también retroalimente sobre las formas en las que el estudiante aprende (autoregulación), el proceso de aprendizaje (ya sabes, todo ese camino para generar una tarea, proyecto o trabajo escolar) y la misma persona, es decir, las actitudes y formas de actuar ante dilemas éticos.
El fin de la retroalimentación es generar incentivos emocionales y alertas sobre las áreas de oportunidad durante el trayecto de aprendizaje y se puede realizar de distintas maneras: grupal, individual, formal o informal, escrita u oral, en formato presencial, a distancia… pero, sobre todo, sea asertivo. Es decir, ofrecer mensajes con un discurso en el que mantenga un equilibrio entre la honestidad ácida y la historia rosa de un coach motivacional.
Inteligencia artificial y educación: el dúo disruptivo
Lo anterior no es una invitación a desarrollar una fobia a la inteligencia artificial, por el contrario, es valioso mencionar algunos alcances que la IA tiene actualmente en educación, como la personalización del aprendizaje, la evaluación automatizada, la gamificación y ludificación, así como la predicción de problemas de aprendizaje y situaciones de riesgo.
Lo anterior es tangible en desarrollos tecnológicos como los de la startup China Squirrel.AI, quienes ofrecen enseñanza adaptada a cada alumno mediante cursos online y la asistencia presencial en sus centros de enseñanza. Las rutas de aprendizaje del estudiante son personalizadas mediante algoritmos que permiten que, a medida que el estudiante avanza en su trayecto formativo, el sistema vaya reajustando el plan de estudios. Eso no significa que el modelo de enseñanza de Squirrel prescinda de los profesores, puesto que para esta startup, los profesores deben ser como un piloto, cuya función consista en controlar la experiencia del estudiante en su plan de estudios e intervenir cuando el estudiante esté “atascado”, centrándose en la comunicación emocional.
Como podemos notar, la inteligencia artificial es un aliado de la transformación e innovación educativa y hasta ahora hay razones para que no sustituya por completo la figura del profesor; pero claro, nosotros decidimos mantener esa tendencia.
No basta con saber e instruir. Si usted es de ese 99% que ejerce el arte de inspirar y retroalimentar a sus estudiantes…no tenga duda, ha hackeado una inteligencia artificial al estilo cyberpunk.